UNA TARDE MEMORABLE

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José

En uno de los primeros pasajes del Libro I de “El señor de los anillos”, Gandalf llega a Hobbiton para celebrar creo que el 113 cumpleaños de Bilbo, y en una conversación que mantienen ambos por la tarde sentados en una pradera, mientras fuman en pipa tabaco de la cuaderna del sur, Gandalf después de una pausa le dice con respecto a la celebración y con enigmática voz, como remarcando las palabras y muy despacio: “Bilbo... hoy va a ser una noche memorable”. Eso fue lo que sentí yo cuando salí del museo aquella tarde. Me pareció que había sido MEMORABLE.

 

El sabor más dulce, el recuerdo más grato es aquel que perdura por la magia de la sorpresa o el fruto de la casualidad, cuando recibes algo que realmente no esperas, algo que no has ido a ver ni a buscar. Eso es lo que me paso contigo y con tu espectáculo. Sinceramente,... yo solo había ido con Dani a ver el Museo de Antropología y nos echaron antes de tiempo porque había una actuación en vivo de una libanesa y una degustación de productos del país.

 

Hacía tiempo, desde pasado el verano, que Dani me había propuesto visitar el museo, él ya lo había hecho y quería acompañarme, estaba bien, no me parecía mala idea volver a los orígenes. Tratábamos de encontrar una cita adecuada pero era un poco complicado. Esa semana decidimos quedar el sábado para vernos, antes nos veíamos casi todos los días, ahora ya no, y traficar un poco con nuestra droga como siempre solemos hacer, intercambiar un poco de música, en esta ocasión: van Zandt, Dylan, Loquillo, Ahmad Jamal, ya sabes, gente que se va haciendo un poco rara en estos tiempos que corren, también un poco de cine, un par de películas, entre ellas “Acordes y desacuerdos” de Woddy Allen. Otras veces son libros y con esto vamos traficando y soportando nuestra enfermedad, en mi caso sobre todo por la literatura y por la música. Después de tanto tiempo lo del museo casi lo teníamos olvidado, pero una luz vino a alumbrarme y recordé que podíamos aprovechar para saldar nuestras cuentas pendientes, le pareció estupendo.

 

Quedamos en el mismo museo, pronto, sobre las cuatro, para aprovechar la tarde. Era gris, plomiza, amenazante de lluvia. Cruce de la estación de Atocha al museo con las nubes negras detrás, como si quisieran llorar sobre mi. Dani ya estaba allí bajo el alero de la entrada sentado en un banco, un tanto encogido bajo su chubasquero y con un porta documentos rojo con todo el material del contrabando que me iba a pasar, me había dicho que era una sorpresa. También lo que me iba a encontrar esa tarde sería otra gran sorpresa. Tras los saludos me dijo que había un problema o quizá un cambio de planes, que cerraban el museo antes por una actuación programada a las seis de la tarde. Me dijo que se trataba de una cantautora libanesa y me extendió el programa. Lo leí y me pareció que podía ser interesante, aprovechable para esa tarde. Nos preguntamos y decidimos quedarnos después a verlo. Le dije que habría que darnos un poco de prisa para visitar el museo, Dani contestó que era pronto, las cuatro y media, que había tiempo de sobra. Que ingenuo eres Dani, solo nos dio tiempo a ver la planta baja. Entramos haciendo bromas con el personal del edificio preguntándonos ¿porque a nosotros nos obligaban a dejar en consigna el bolso rojo de Dani y las señoras y señoritas podían entrar con los suyos?. Eso no era igualdad, nosotros también queríamos entrar con nuestros pintalabios y perfiladores, jajajajaja. Antropológicamente lo primero que ví fueron tres micrófonos y unos altavoces en el suelo en la sala central del museo, por lo que concluimos que allí debía de ser el lugar de la representación. Me pareció un lugar original, sobre todo por la gran barca de madera que había de fondo. No nos paramos más y empezamos la visita.

 

Prestábamos gran atención a todos los objetos de exposición, figuras, armas, cuadros, momias, calaveras, esqueletos, útiles de cocina, telas, porcelanas, etc y a las tablillas explicativas, no hablamos mucho, algún ligero comentario, pasamos por todas las salas, todas las religiones de la planta baja. Visitamos la exposición temporal de pinturas en  papel de arroz. Me llamó muchísimo la atención la presencia de tres niños muy jovencitos, que durante el concierto eran los que estaban sentados en primera fila atentísimos, acompañados de su padre, me llamó la atención digo con que interés seguían la exposición y las explicaciones que les daba su padre, con que curiosidad preguntaban sus dudas e inquietudes, en algunos momentos estuve más interesado en ellos que en el museo, de verdad, fue algo que me conmovió, ¡si apenas tenían 10 años!. A mitad de la visita ví que llegaste con tu equipo de gente y comenzaste los ensayos, no hice mucho caso, no quería perder la atención, cada cosa llegaría a su tiempo, pero la música ya me estaba llegando, ya la notaba, a pesar de que tan solo te veía fugazmente cuando pasaba entre las vitrinas. Cuando acabamos de visitar la planta eran las seis menos cuarto, miré a Dani, miré las plantas de arriba y le dije: “Tranquilo, creo que no nos va a dar tiempo, ¿verdad?” y nos sonreímos. Como a las seis había que salir al exterior y guardar una fila para volver a entrar para ver tu espectáculo, decidí asomarme para ver si había ya gente fuera. El aforo era limitado para las cien primeras personas. Cuando me asomé ya habría unas cuarenta. Volví a entrar y le dije a Dani que si queríamos volver a entrar había que salir pronto, -parecía un poco absurdo-, que la fila se estaba llenando por momentos.

 

Puestos ya en la fila esta empezó a alargase hasta que salió de las puertas del museo y dio la vuelta a la esquina, pensé que esto era debido quizá a la degustación gastronómica gratuita que se ofrecía después del concierto, pues el pueblo español siempre ha sido más aficionado a este tipo de cultura que a la musical. Este hecho empezó un tanto a impresionarme cuando por los comentarios de mis vecinos de fila me di cuenta de que no, que el motivo eras tú y no las tapitas. Nos empezamos a dar cuenta de que si el aforo era limitado a cien personas, mucha gente se iba a quedar fuera y eran personas que habían venido expresamente a verte. Nos preguntamos que quizás seríamos los únicos en la fila que no conocíamos a Nayla. A mi personalmente me entró un poco de cargo de conciencia, pues casi consideraba que merecían más disfrutar de tu espectáculo gente que ya te conocía y que había ido expresamente a verte que yo, que solamente el destino me había puesto allí y a lo mejor salía defraudado, mientras por mi culpa otra persona no había podido entrar, no se si me explico, creo que sí.

 

Volvieron a abrir las puertas y empezamos a entrar, nosotros por segunda vez. Fue como entrar al mismo lugar... pero a un sitio distinto. Lo primero que ví fue lo mismo que la primera, los micrófonos y los altavoces, pero esta vez estaba todo aderezado, había sillas, adornos, pañuelos de colores, instrumentos musicales y para el público asientos... pero había tanta gente mayor que decidimos quedarnos de pie apoyados en una de las columnas, donde se vería bastante bien. El público empezó a ocupar sus posiciones donde mejor le venía, unos en el suelo, otros en la primera planta,... de nuevo volví a ver a los chiquillos que estaban allí. Junto a nosotros había un grupo de personas mayores que se encontraban de pie y el personal del museo trajo sillas para que se instalaran cómodamente. Mientras aguardábamos el comienzo en un momento de despiste, escuche que alguien decía: ”Por ahí sale”. Escuché un tintineo metálico y no se porque, pero instintivamente miré a la barca. Hubiera sido muy bonito que hubieras salido de allí ¿verdad? por arte de magia, pero eso solo sucede en la fantasía. Esa barca me fascinó nada más que la verla, impresiona.

 

Comenzó la música de la primera canción y el sonido metálico del pareo de chapas ajustado en tus caderas. Desde el principio quede atrapado por el sonido de esa música con influencias del mediterráneo, miré a Dani y le dije: “Creo que esto... va a estar bien, muy bien.” Me acorde de aquellos que se habrían quedado fuera sin poder entrar y me propuse disfrutar al máximo de aquel espectáculo que se me brindaba la posibilidad de visionarlo y al menos de aprovechar aquella oportunidad que me ofrecía el destino, y así concentré todos los sentidos que tenía en el cuadro que había ante mi. Las canciones y la música se iban alternando con la presentación de tu país, muy poco conocido por mi parte y como dijiste, siempre por el mismo motivo: el largo periodo de guerra. Fatalmente esta semana han vuelto a llegar malas noticias del Líbano, con el atentado contra el ministro de Industria, malas noticias para ti y para todos, que recordando tus palabras me hicieron estar más próximo a tu dolor. Nos presentaste sus costas, sus majestuosas montañas de nieves perpetuas, el cedro como símbolo de un país, la riqueza de su patrimonio cultural y natural. Nos hablaste de la gastronomía y de la importancia que dais a la música  y a los festivales, también un poco de la amalgama de religiones. A Dani le pareció increíble que una persona hablara así de bien en público de su país y lo promocionara de esa manera tan bella y más en el marco de un concierto, le di toda la razón. Pensar que alguien hiciera algo similar con España sin ser tachado de fascista, anacrónico, conservador o franquista, sería imposible. En este país donde solo se habla de él para criticarle y sacarle los defectos, donde no se puede decir con el corazón ¡Viva España!, porque el que lo escucha piensa que lo dices con la ideología del dictador que también lo decía hace 60 años y con el que en absoluto tienes nada que ver. Joaquín Sabina decía que para cantar Viva España en la estrofa de una canción, en la siguiente se tenía que cagar en la madre que la parió, porque sino alguien se podía sentir ofendido. Así es este país, otro artista decía: “También extraño me siento en mi tierra/ aunque la quiera de verdad/ pero el corazón me aconseja/ los nacionalismos, que miedo me dan”. Y entre discursito y discursito la magia de una nueva canción, la mejor canción, la canción sencilla, natural, acústica,... me gustó mucho de verdad. Cada día me alejo más de los grandes conciertos y prefiero los pequeños, me vuelvo más minimalista, aunque reconozco que a veces son necesarios y espectaculares. La gente estaba atrapada, como hechizada, nadie se atrevía a moverse, pero cuando nos animaron a dar palmas, no necesitaron repetirlo dos veces, parecía que lo estábamos deseando y necesitando. Chica que fuerza tenían algunos fragmentos, que emotivo, que sentimiento al cantar, que sonrisa y que profunda tu mirada. Los niños estaban perplejos en el suelo, con las piernas cruzadas mirando hacia arriba, hacia tu cara y sonriendo a su padre. Aun lo recuerdo y siento la emoción de aquellos momentos. Dani impertérrito, pero es que él lo vive así, desde dentro, no es que no le gustara, es que no exterioriza, pero estaba atentísimo, no perdía detalle. Los guiños con el público muy emocionantes, cantando contigo, miradas de complicidad entre algún conocido quizá, una abuela que había delante de mí a la que te acercaste en dos ocasiones vibraba en la silla de alegría, la joven que se animó con el baile,... creo que no hay palabras para describir la elegancia y sensualidad de los movimientos de su danza, me río yo de la vulgaridad del reggaeton. Al final como querías, acabamos todos cantando “Ala maak”, -todavía resuena en mi cabeza- y así nos despedimos hasta otra ocasión.

 

Gran ovación, desapareciste de escena, la gente se levantó, mientras se preparaba la mesa para la degustación se volvió a hacer otra fila, hubo grupos, murmullos de conversaciones, entonces Dani y yo aprovechamos para sentarnos y descansar, yo estaba realmente agotado, necesitaba respirar hondo y así lo hice en varias ocasiones disimuladamente. Volví a verte en la sala con gente que te saludaba y de verdad que me apetecía de corazón haberme acercado a ti a darte las gracias y un par de besos por lo bien que habías estado y por haber hecho algo diferente a lo habitual, pero mi timidez siempre me condena a la discreción del anonimato donde desde aquí me quito las cadenas y corro en libertad. Comentamos los dos amigos lo que nos había parecido y resolvimos que había sido una muy grata sorpresa la que nos había dado el museo y la vida. Al final también probamos un riquísimo dulce, me encantan los dulces árabes y brindamos con ese jarabe dulzón ¡Por nuestra amistad!. Cuando salimos ya era noche cerrada y las nubes en el cielo algo habían abierto. Por entre ellas ví en letras blancas sobre el tapiz negro de la noche: “soynayla”. Era una de esas estrellas que solo algunos somos capaces de distinguir.

 

En el vestíbulo de la estación de trenes intercambiamos todo el material audiovisual, más sorpresas y alegrías, que bonito y que enriquecedor es este intercambio de cultura que Dani y yo hacemos, basado no en el mero entretenimiento sino en la formación de la persona en el más amplio sentido de la palabra y nos despedimos con un abrazo hasta una próxima ocasión, quedando en que yo le entregaría esa vez unos discos de un directo de una artista hebrea llamada Noa en la que Dani está interesado.

 

Al llegar a casa por la noche y al día siguiente por la mañana y el lunes al incorporarme al trabajo y entrar en contacto con la realidad cotidiana fue cuando verdaderamente me di cuenta de que el sábado había sido una tarde MEMORABLE como diría Gandalf. Localicé tu página web y observé que tenías una dirección de correo electrónico. No tuve ninguna duda de que aquella timidez que me paraliza, la tenía que soltar y dejar que la  llevaran los caballos de la pluma, con la que tampoco tengo mucha facilidad, pero que a base de darle tiempo voy sacando esto que yace dentro de mi y que si no lo expulso me quema. Y así fue como la primera noche me puse manos a la obra, entre tragos de té con hierbabuena, elaborado según manda la tradición marroquí, con música de fondo de folk americano de Townes van Zandt, empecé a escribir esta carta a una libanesa que acababa de descubrir y todo esto me di cuenta que lo estaba realizando un español. Cuando descubrí este extraño collage y de lo fácil que me resultaba asimilarlo todo, música, sabores, cultura... concluí que el mundo es fantástico y concluí también, que no entendía nada de lo que a veces pasa en él - uuufffff se me nubla la vista-, ó... si lo entendía, pero simplemente no comprendía porque. Hay veces que ocurren estas casualidades, que no lo son tanto, tan mágicas que tienen una chispa especial, como fuegos de artificio y decidí empezar con un fragmento de la obra de Tolkien, que me pareció muy apropiado para la ocasión. Robándole horas al sueño, casi todas las noches un poco, hasta hoy, he ido escribiéndote esta carta para decirte lo que no pude y no hubiera podido aquella maravillosa y antropológica tarde de otoño.

 

Gracias mil.

Besos para Nayla.

José.